Le hizo una oferta que no podía rechazar…
Sarah Hewitt no era una ladrona… pero su
abuelo sí. Ahora ella tenía que devolver el collar de diamantes que él había
robado antes de que nadie se diera cuenta de su falta. Era una misión
arriesgada… y se hizo aún más arriesgada cuando Michael Wolff la encontró en su
dormitorio… y la atrajo hasta su cama.
El millonario Michael Wolff estaba
acostumbrado a que las mujeres lo quisieran por su dinero, pero hasta ese
momento nunca había encontrado a una con las manos en su caja fuerte. Las
mismas manos que habían estado en su cuerpo la noche anterior. La única
solución era hacerle una oferta y esperar que no le robara el corazón.
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