Su relación era tan frágil
como los delicados objetos de arte con los que trabajaban
James Elliot conseguía
siempre sacarla de sus casillas. Con sucias tretas, le arrebataba todas las
piezas de arte que ella quería adquirir para el museo de arte americano de San
Francisco.
Era un hombre sin
escrúpulos, y Mary Lindsay McDonough decidió tomar medidas al respecto. Le
enviaría una carta de protesta, una carta muy fría y profesional. Para
desahogarse, hizo un primer borrador extremadamente grosero y lleno de injurias,
pero sabía que aquello no podía mandárselo sin comprometer su reputación y la
del museo.
Desgraciadamente, por una
distracción, envió la carta equivocada...