Cuando Liam le dijo que quería volver a formar
parte de su vida, el primer impulso de Laura fue rechazarlo. No era que no lo
encontrara atractivo: incluso después de ocho años la mirada del interesante
novelista hacía que le temblaran las piernas, pero desde su marcha, Laura se
había casado, había tenido un hijo y se había quedado viuda. Todo aquello la
había vuelto más sabia y estaba más centrada en la vida que compartía con su
pequeño.
Lo que más la inquietaba era que, si Liam no
se hubiera marchado hacía tantos años, se habría enterado de algo que ahora
Laura se veía obligada a contarle… que él también tenía un hijo…