Grey St. Bride necesitaba una esposa, pero la última candidata era demasiado
bella para acabar viviendo en una isla y rodeada de marineros. Desde que le
puso los ojos encima a la delicada Dora Sutton, Grey se dio cuenta de que sus
planes se estaban viniendo abajo.
Dora necesitaba comenzar de nuevo, pero el insufrible Grey St. Bride se
negaba a ayudarla. Desde el momento en que había bajado del barco, aquel tosco
y guapo marinero había dejado muy claro que quería que se marchara. El problema
era que había algo más que le dolía a Dora además del orgullo. Si St. Bride no
la quería, tendría que buscar a otro en la isla que sí lo hiciera.
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