Por
fin Anna había encontrado un hombre con el que compartir su vida y tener hijos
y Adam Bradbury, el nuevo pediatra, parecía sentir lo mismo. Era un padre
soltero totalmente entregado al cuidado de sus hijos y deseoso de encontrar a
alguien con el que compartir todo aquello, y Anna parecía la mujer adecuada.
Aunque
la pasión y la ternura habían surgido entre ellos de forma instantánea, sabía
que era totalmente imposible que Anna empezara a formar parte de su familia.
Por mucho que quisiera a sus hijos, Adam estaba seguro de que, como cualquier
mujer, ella tarde o temprano querría tener los suyos propios y acabaría
abandonándolo. Creía que nunca podría darle lo que ella necesitaba, sin embargo
Anna sabía que estaba completamente equivocado…
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