¿Hasta dónde tendría que llegar?
Las condiciones del testamento eran
inflexibles: Mitch Kincaid tenía que conseguir la custodia del hijo ilegítimo
de su difunto padre o perdería la fortuna familiar. Debería ser muy sencillo:
un cheque con seis cifras y Carly Corbin, la tía del niño, desaparecería de su
vida. Pero con Carly nada resultaba sencillo, incluyendo la atracción que
sentía por ella. Cuando Carly se negó a darle la custodia de su sobrino, Mitch
no tuvo más remedio que permitir que los dos se mudasen a la mansión Kincaid.
Pero ninguno imaginaba que “jugar a las casitas” iba a convertirse en algo
real.
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