Rand Kincaid nunca se había sentido
presionado, hasta el día en que todo su futuro quedó pendiendo de un hilo. El
testamento de su padre lo obligaba a readmitir como su asistente personal a
Tara Anthony. De pronto, se vio en la tesitura de aceptar a la única mujer que
lo había abandonado, o perder su imperio familiar.
Pero, antes de aceptar, Tara le dejó claras
sus condiciones: quería una segunda oportunidad y Rand debía estar en su casa…
y en su cama.
Rand todavía no era consciente de lo lejos que
aquel acuerdo le iba a llevar.
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