Rosario ansiaba trabajar en la encantadora isla portuguesa, Voces del
Mar como institutriz de la jovencita Gisela Ardo y estaba segura que podía
hacer un buen trabajo.
Pero el padre de Gisela, el
arrogante Don Duarte de Monqueiro Ardo, pensaba diferente: Rosario era
demasiado joven e inexperta y por su capacidad, don Duarte hubiera esperado
una mujer de más edad. Era de esperarse que estas dos fuertes voluntades
chocaran y el hecho de que Rosario se sintiera atraída hacia este hombre, no
mejoró la situación.
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