En el
verano de 1817 lord Alec Knight descubre que es un hombre acabado. Parece
mentira que este joven fuera hasta hace pocos días el rey de los salones
londinenses.
En efecto,
el más joven de los hermanos Knight se ha distinguido siempre por ser
encantador, libertino, seductor, hedonista e ingenioso. Así ha vivido hasta
ahora, valiéndose de sus encantos y yendo de las casas de juegos a las alcobas…
Hasta que un día descubre que lo ha perdido todo, empezando por la suerte con
las cartas.
Su familia
le ha dado la espalda —y le ha retirado el apoyo financiero—, la única mujer
que podría haberse convertido en su esposa pertenece al pasado —en la anterior,
Enamorada del diablo, sabemos qué sucedió—, de modo que ahora es una sombra de
sí mismo, un joven solitario y cínico que, un día, abre la puerta de su casa y
se encuentra con una extraña visita, tal vez una aparición.
Alec está
convencido de que se trata de una mujerzuela. Pero Becky ha llegado hasta su
portal por casualidad. Esta joven tímida e inocente ha tenido que huir de su
pueblo después de presenciar un asesinato.
Sola y
perdida en la gran ciudad, al fin ha caído agotada y sin fuerzas para seguir
huyendo de su perseguidor.
Alec se
siente desconcertado ante esta muchacha que en nada se parece a las jóvenes que
solía seducir con tanta facilidad. Y Becky, por su parte, vislumbra en él a un
ser sensible y en el fondo honorable; el hombre que al fin aparecerá tras la
fachada disoluta del más joven de los Knight.
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