El millonario
César Montárez deseó a Rosalind nada más verla; aquella atracción no se parecía
a nada que hubiera sentido jamás. Pero césar no respetaba demasiado a las
mujeres sedientas de dinero como ella, como mucho podría convertirla en su
amante. Eso era algo que Rosalind jamás aceptaría. Entonces, César descubrió
que ella tenía ciertas deudas y pensó que ahora podría comprarl. Rosalind no
podía hacer otra cosa que aceptar el precio.
Aquel
seductor le había puesto precio...
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