La enfermera Liz Anderson
tenía los típicos síntomas del amor. Cuando veía a Joe Marchetti, su corazón se
aceleraba, sus mejillas enrojecían y sentía un intenso deseo de arrojarse a sus
brazos.
Lo malo era que no había
ningún tratamiento infalible. Lo único que podía esperar era que su estado
fuera contagioso... ¡y que Joe sintiese lo mismo por ella! Quizás podría
transmitírselo besándolo...
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